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Cultos

 

 

Los hermanos han de sentirse ante todo personas que han aceptado consciente y libremente su bautismo por el que se han incorporado a Cristo y son miembros vivos de su cuerpo, que es la Iglesia, presente para cada uno, por la Comunidad en que vive con otros la fidelidad del Señor.

La palabra de Dios, como testimonio de la predicación apostólica, animados por el Magisterio de la Iglesia, los hermanos podrán conocer a Jesús, en quien Dios nos ha revelado su voluntad. La imagen de Cristo representada en la muerte de Jesús en el Monte Calvario, nos recuerda al Hijo de Dios que se hizo Hombre, que se asoció al dolor de los hombres, solidarizándose con los que sufren moral y físicamente, para redimirnos de toda situación de muerte y  llevarnos a una vida eterna y nueva.
Los hermanos han de ver siempre en los misterios de sus Imágenes lo que con Jesús y por Jesús quieren ser para otros hombres.

La devoción a la Madre de Dios, encarnada en la Virgen de la Ancilla, debe llevar a todo hermano a imitar la actitud de María que supo aceptar la primera a Cristo, comprometiendo su vida con El, desde la Encarnación hasta la Cruz. El la estuvo presente en los primeros momentos de la Iglesia y lo sigue estando hoy para nosotros como modelo de la actitud cristiana y como Madre de este Cuerpo, la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, el Hijo de la Virgen.
Por ello el cofrade debe manifestar siempre y en todo momento su cariño y gratitud a la Bendita Mujer que quiso servir a la salvación que Dios quiere para los hombres.
En la imagen Dolorosa de la Virgen de la Ancilla debe ver a quien se identificó con el dolor de su Hijo para salvar a la Humanidad.

La fe de los hermanos de esta Hermandad debe fundamentarse esencialmente en la Palabra de Dios aceptada y vivida, acorde con el Santo Evangelio. A la luz de esta fe, los hermanos conocerán con mayor exactitud la voluntad de Dios y podrán dar mejor respuesta a las exigencias de los llamados "signos de los tiempos".
Ello supondrá una continua conversión a Cristo en su Iglesia, personal y colectivamente, para hacer posible en la vida individual y social, el Reino de Dios anunciado por Cristo.

La unión nacida del amor fraterno que Jesús propone como distintivo de los "suyos", hará que cada hermano pueda sentirse en comunión con quienes comparten su misma fe y habrán de vivir siempre en la actitud humilde de alcanzar del Señor la gracia de poder cumplir sus mandatos "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado".
Por ello, los hermanos deberán estar siempre animados por un espíritu de servicio, que estimule e impulse la preocupación de la Herman­dad con la realización de los derechos fundamentales de las personas, y una prontitud para el perdón de los pecados, como se indica en el Santo Evangelio, de forma que quienes vean esto, puedan sentirse atraídos  hacia Cristo y así glorifique a Dios Padre.

El Bautismo nos ha configurado con Cristo, en quien Dios se complace.  Y nos ha unido a un pueblo sacerdotal, para dar a Dios el homenaje de nuestra alabanza de amor filial. Este sacerdocio lo ejerce el cristiano, fundamentalmente, interpretando con su conducta la vida y las relaciones humanas, de manera que su actitud ante las tareas de este mundo resulte un verdadero cumplimiento de la voluntad del Dios Creador y Padre, que Cristo nos ha revelado.
Por ello, los hermanos, si quieren ser verdaderos adoradores de Dios, evitarán caer en lo que dijo el profeta y que Jesús recordó: “ESTE PUEBLO ME HONRA CON SUS LABIOS, PERO SU CORAZON ESTA LEJOS DE MI”.
La oración, los Sacramentos y cualquier acto de culto, debe presuponer en el hermano una actitud de vida cristiana que se celebra, se consagra y se compromete en las acciones culturales.

Esta Hermandad quiere reconocer y que se le reconozca como grupo comunitario de la Iglesia en Mairena del Alcor, y desde ella, desea estar en comunión con la Iglesia Parroquial, Diocesana y Universal. Por ello nuestra incorporación a la vida parroquial y nuestra colaboración en las tareas de la Iglesia Local, así como la presencia del Párroco u otro sacerdote en la Hermandad serán consideradas como un deber cris­tiano de la misma, que nos hará vivir la comunión eclesial con el Papa y el Obispo Diocesano, quienes ayudados por los Presbíteros, hacen pre­sente a Cristo Pastor Supremo y nos confirma en la Fe de la Iglesia  Universal.

Somos seguidores de quien, pudiendo tener otra muerte se identifico con la condición de los pobres, a quienes anunció preferentemente el Reino y llamó Bienaventurados; de quien hizo de la pobreza y la sencillez no un signo de miseria y de gracia humana, sino actitud de amor y de libertad, en orden a compartir los bienes de la tierra y como condición para participar en el Reino de Dios.
Por ello la Hermandad rechaza toda ostentación de poder económico, social o político, para que sus actuaciones sean y aparezcan netamente eclesiales y evangélicas.
Así mismo, apoyados en el Evangelio y en la doctrina social de la Iglesia, los hermanos deben colaborar, por amor cristiano y con actitudes y medios evangélicos, a combatir la miseria, las injusticias y desigualdades de nuestra sociedad actual.

Los hermanos deberán participar y colaborar, como un deber, en la Hermandad, a cuanto organice la Comunidad Cristiana a la que jurídicamente pertenece, en orden a la formación y profundización de la Fe, o la debida formación cultural y cristiana de sus miembros.

Esta Hermandad presentará ocasiones de encuentros frecuentes entre todos los hermanos, para que se conozcan y se fomente la convivencia, creando ese espíritu alegre de fraternidad que haga que todos ellos se sientan unidos entre sí por el Espíritu Santo de Jesús, en cumplimiento de la advertencia: " En esto conocerán que sois mis discípulos".
Para esto será necesario también que los hermanos estén siempre en actitud de apertura de convivencia y a la colaboración con toda la Comunidad Cristiana, y la Hermandad siempre dispuesta a prestar ayuda moral o material tanto a los hermanos y familiares más necesitados como a otras personas que lo necesiten, destinando parte de su presupuesto anual a estos fines o recabando otras aportaciones con finalidad asistencial concreta.

Esta Hermandad, deseosa de responder al espíritu cristiano que inspira su fundación quiere basar sus relaciones con las restante Cofradías, Hermandades y Asociaciones en la humildad y caridad.
Esta Hermandad desea promover fraterno contacto con ellas y se propone asistirlas, en cuanto le sea factible, en sus necesidades y compartir sus alegrías y exaltaciones como propias y acudir con cristiana confianza a ellas cuando precise de su colaboración, ayuda o asistencia.
Con independencia, ésta Hermandad proclama los especiales vínculos que las une a las otras Hermandades denominadas de Vera-Cruz.

Esta Hermandad celebrará en el mes de Noviembre misa anual de difuntos por sus hermanos fallecidos.

La última semana de Mayo, la Hermandad procederá a celebrar ante el SANTO LIGNUM CRUCIS, triduo en honor de la Santa Cruz. Así mismo el último sábado de dicho mes celebrará solemne procesión de Gloria con la  Cruz, en la que deberán participar principalmente los hermanos jóvenes y niños.

Esta Hermandad celebrará en tiempo cuaresmal Solemne Triduo en honor del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y una celebración Solemne de la Eucaristía, en honor de la Santísima Virgen de la Ancilla. La fecha de dicho Triduo y de la Función Solemne, será acordada por la Junta de Gobierno y el Director Espiritual.


El Viernes de Dolores tendrá lugar un devoto "Besa pies", seguido del Vía Crucis Penitencial, con el Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y a su término se efectuar el traslado del mismo a su "paso" de salida en la Estación de Penitencia.

El principal acto de culto público de esta Hermandad, es la Estación de Penitencia que anualmente hace el Viernes Santo con sus Imágenes Titulares del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, María Santísima de la Ancilla en su Mayor Dolor y Traspaso y San Juan Evangelista, para meditar y considerar el angustioso trance de la agonía de Nuestro Señor en la Cruz, a la vez que meditar en los Dolores que sufrió Nuestra Madre María Santísima de la Ancilla y como consecuencia, deducir provechosa enseñanza para la vida espiritual de los hermanos, logrando el fruto cristiano deseado.

 

 

 

 

 

 


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